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Inés Aid.

Con Inés Aid, médica psiquiatra, homeópata y consteladora familiar, nos conocemos hace 35 años. Cursamos juntas la escuela primaria, y desde que nos vimos, fuimos inseparables. Inés de niña era muy divertida, osada, traviesa, se reía abierta y melodiosamente, y su buen humor y carácter la acercaban a todos sus compañeros, que se sentían atraídos por su alegría, generosidad y magnetismo, todas cualidades que posee en la actualidad y que despliega ante los pacientes que la consultan.


Entrevista a Inés Aid.

Sin embargo Inés conoció el dolor desde muy pequeña. Su papá enfermó de cáncer de pulmón cuando ella tenía 8 años, y murió tres años después. Recuerda ella que desde ese momento quiso ser médica oncóloga, seguramente con la ilusión de encontrar una cura para la enfermedad que le había quitado a uno de los seres que más amaba en la tierra. Con el tiempo decidió estudiar medicina en Córdoba, pero su paso por la universidad, sumado a una nueva crisis vital a sus 19, cuando sufrió una trombosis venosa profunda con una embolia pulmonar en la que peligró su vida; le provocó una gran contradicción en el modo que tenía cierto sector de la comunidad científica, en ejercer la medicina: ella observaba (y también lo vivió en carne propia), cierto destrato y hasta deshumanización del paciente. Es así que, si bien ella sabía que su misión era sanar, quería hacerlo desde un lugar más empático y holístico.


Años después, ya recibida de médica, se fue a vivir a España con su pareja de aquel entonces, y allí descubrió los remedios homeopáticos: “La primera medicina que se proponía en la Cruz Roja de Madrid, era la homeopatía, y si no funcionaba, te daban la medicina alopática”, refiere Inés. Cuando volvió a Argentina para casarse y formar su familia, decidió que quería hacer la especialidad de Psiquiatría, y paralelamente se especializó en Homeopatía y Constelaciones Familiares. Todo el camino recorrido, personal, académico y profesional, la trajeron a donde está hoy: viviendo en una “consciencia más elevada” e integrando sus saberes en un solo ser, al que ella denomina MUJER MEDICINA, que es “más que los títulos que uno puede tener…es el saber que todos tenemos una fuerza motora interior que nos permite hacer milagros".


Inés Aid.

¿Cuáles son las dolencias y sufrimientos de las personas que llegan a consultarte?

Eso fue cambiando en mis años de práctica. Antes la gente venía porque necesitaba ser amada y escuchada. Ahora veo que el común denominador es que todos los pacientes que llegan han perdido la alegría por alguna razón. El objetivo de la terapia que hago es ayudarlos a recobrar esa alegría, con los medicamentos homeopáticos, con las constelaciones…En homeopatía decimos que, en el momento que nuestra energía vital se aleja del eje, ahí entra cualquier enfermedad, desde un resfrío hasta un cáncer. Y el objetivo de la homeopatía es restablecer el orden al paciente. Fijate que las constelaciones también buscan lo mismo: restablecer el orden del sistema, el equilibrio de las partes.


¿Qué es la felicidad?

Yo creo que muchos hemos ido atrás de la felicidad como si fuera algo a conquistar, como un destino final. Y me di cuenta de que vivimos tironeados, como una cruz: de un bracito tiramos hacia el pasado: ancestros, hechos traumáticos, crisis, y del otro brazo el futuro: el miedo a que me pase lo mismo, la incertidumbre, el no poder, y ¿cuántos de nosotros podemos vivir en el centro, que es habitar el presente? El término "Es Hoy" significa presente, y el presente significa regalo. Yo creo que la felicidad la sentimos cuando podemos habitar el presente. Y cuando damos vuelta la frase “Es Hoy”, se forma “Yo sé”. Y cuando uno se va a la cabeza con esta frase, se va a querer controlar las cosas, nos frustramos y viene la infelicidad, porque no salen las cosas como yo creo que deberían haber salido. Yo que controlo todo y que todo tiene que ser como yo quiero, no salió así. Se puede salir de esas crisis si confiamos que tenemos una fuerza motora interior que nos permite seguir, y situarnos paso a paso en el hoy. ¿Qué “sapos” ya no te comés?

No negocio más mi tiempo. Porque el rol del médico está culturalmente muy bastardeado, porque el medico tiene que estar disponible las 24 horas de todos los días. Tiene que atenderte y si es posible gratis, también. Culturalmente está visto que sos un buen médico si haces todo eso. Y la verdad es que yo he pasado por muchas. Hoy no negocio más mi tiempo, lo valoro yo y hago que el que venga también lo valore. Pongo el límite y cuando le agarrás el gusto, te encanta.


Inés Aid.

Si tu vida fuera una película, ¿cómo se llamaría esta escena?

Me encuentro en lo simple, menos es más (se emociona). Yo pienso, tengo 40 y poder decirte hoy, que estoy viviendo en lo simple, me encanta…porque fue mucha vida. Siempre creí que tenía que hacer, hacer, hacer, me la pasé haciendo. Y hoy te puedo decir que el hacer tanto me trajo hasta acá pero ya no lo elijo tanto porque no me tengo que probar nada. Aprendí a hacer sin exigirme, por eso lo simple. Este año por ejemplo, todos a la casa, tuve que atender online, me quede sin niñera. Me quedé con mis hijos atendiendo al lado mío, y no como un sacrificio, sino como: ¡qué bueno poder hacerlo! Y poder estar descalza atendiendo, tomando mate, con mi hijo jugando al lado, y atendiendo perfecto, y que el otro, del otro lado, siente mi presencia. La felicidad también es adaptabilidad a las crisis de la mejor manera que te salga.


Estás más liviana…

Estoy más liviana de todo, de consumo y me siento plena con lo suficiente. Ahí te das cuenta cuantas cosas accesorias tiene uno: gente que no te suma, ropa que ya no querés usar, utensilios de cocina que no vas a usar jamás. Siento que me achiqué pero que mi esencia se expandió.


Contacto: Instagram: @dra.inesaid Cel: +54 9 3884 87-1234


Inés Aid.

"Desde la homeopatía decimos que, en el momento que nuestra energía vital se aleja del eje, ahí entra cualquier enfermedad, desde un resfrío hasta un cáncer".


 

por Raquel Abraham

Periodista y comunicadora. Amo contar historias propias y ajenas. foto Ollie Wright

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| DISFRUTANDO |


Mi pareja me propuso ir de mochileros a Bolivia, y aunque la primera sensación que tuve fue ¡guauuu, qué apasionante aventura!, la segunda fue la lucha y la huida. Tuve que batallar contra mis propios prejuicios, ya que en esta etapa de mi vida (42 años madre agotada), siempre fantaseo con viajes que minimicen la incomodidad, lo cual para mí significaba: destino - mar, transporte - avión, alojamiento - hotel. Sí, ese nivel de burguesía venía manejando.


En cambio, en esta oportunidad, las palabras “mochila”, “bondi” “hostel” me corrían totalmente de mi zona de confort. Es más, siempre que veía pasar a un grupo de mochileros por las calles de mi ciudad, pensaba "¿Cómo pueden disfrutar el paseo con esos bártulos sobre la espalda? "


Así que ahí estaba yo, una vez más sacando cuentas en mi cabecita, haciendo algo que me sale casi instintivamente cuando se me presenta algo desconocido: me resistía: ¿Y qué tal si me pasa algo grave en un país desconocido? Capaz me baje la presión, me desmaye, me dé taquicardia. Suelo sufrir mal de altura, (me apuno, como se dice en Jujuy), y llevar un tubo de oxígeno anexado a la mochila, no parecía ser una opción razonable.


Sin embargo, y acá saco pecho fuerte y me pongo medallita, no escuché a la vocecita temerosa que me gritaba: ¡Peligrooo! Y sí le hice caso a mi yo más osado, ese que saca valor de no sé dónde, y dice: avanzá y confiá. “Si salís viva de esto, seguro lo hacés fortalecida”.


Y así fue. No voy a negar que el viaje de ida en colectivo, de Villazón a La Paz, tuvo sus percances… por lo pronto me apuné. Recuerdo un momento puntual, entre curva y contra curva, mareos y náuseas, que paramos en un pueblito, Uyuni, situado a más de 4000 msnm. Eran como las 2 de la mañana y apoyé mi cabeza contra la ventanilla. En ese momento divisé un cielo negrísimo y miles de estrellas enormes, como luciérnagas, salpicando toda la inmensidad. Y sonreí, a pesar de mi malestar, sintiendo una gratitud y alegría profunda, por ser testigo de semejante belleza.



Ya en La Paz me enteré de que tenía que tomar unas pastillitas de “soroche”, que para mí, fue como descubrir la pólvora. No sé si se debió a mi poder de sugestión, o realmente estas pildoritas lograron neutralizar absolutamente todos los síntomas de la altura. Esa mañana que tomé la pastillita en la terminal de La Paz, decidí tomar también las riendas de mi cuerpo y mente, y me convertí en la superchica que quiero ser.


Decreté que iba a disfrutar de cada momento en Bolivia, aunque no estuviera en un “All Inclusive”. Quería trepar con vehemencia las callecitas empinadas de La Paz y esquivar a los vendedores ambulantes bordeando las veredas, mientras escuchaba las bocinas como trompetas, que protestan a toda hora por los “atascos”.



Quería mirar desde los teleféricos las miles de casitas que cuelgan sobre los cerros, como en una olla de barro. Quería saborear los olores a comino, rey momo, pescado frito, asfalto y fruta que envuelven el centro histórico.


¿Si estaba cómoda? ¡Para nada! ¿Pero qué resultado que haya valido la pena surgió de la comodidad?


La vida me llevaba a una ciudad caótica y bella, y en esa explosión desordenada de sentidos, encontré la armonía y mi propia Paz.




 

por Raquel Abraham

Periodista y comunicadora.

"Amo contar historias inspiradoras".

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  • Foto del escritorGiannina Artico

¡Qué difícil es a veces dedicarnos momentos a nosotras mismas! ¿No? Parece que siempre hay algo más importante que hacer y nosotras vamos quedando en la lista de espera.


Anoche leí la frase “si tenés un tiempo, dedícatelo” y bueno ahí está la parte difícil muchas veces. El “tener”. Para mí, lo difícil es que nos “hagamos tiempo” para nosotras, muchas veces nos quedamos en no tengo tiempo, no puedo, no me dan las horas del día etc. Nos limitamos y nos olvidamos que tan necesario es ese tiempo para nosotras.


En este comienzo de semana desde #revistache queremos invitarte a organizar la agenda y que quede tiempo para vos.


Te aseguro que muchas cosas pueden esperar, ¡pero vos no!

Hacete el tiempo, y dedícatelo.


 

Diseñadora de Indumentaria. Amante de la moda y el estilismo.

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