Del Norte a la Patagonia: Jujuy llevó su música y alegría a la Fiesta Nacional de la Nieve
- Raquel Abraham

- 20 ago
- 2 Min. de lectura
La 54ª edición de la Fiesta Nacional de la Nieve en Bariloche se transformó este año en una pasarela donde lo jujeño brilló con luz propia. En una estrategia promocional cargada de cariño y cultura, Jujuy puso ritmo propio en pleno centro patagónico, demostrando que el encanto del norte también puede calar hondo bajo la nieve.
Ecos de zampoña e identidad
Desde el primer tono norteño, la presencia jujeña no fue discreta, sino un verdadero llamado a la emoción compartida. La propuesta aportó una mirada fresca al evento, llenando de colores, sonidos y rostros la fría atmósfera del sur. Se trató de una invitación clara: sin importar cuán opuesto sea el paisaje, la alegría regional tiene el poder de atravesar geografías.
Una ventana de conexión cultural
No se trató solo de hacer promoción turística, sino de tender puentes sensibles entre comunidades; de regalar paisajes sonoros que despiertan las raíces más profundas. Jujuy llevó una porción de su paisaje interior –sus melodías, sus gestos, su gente– para dialogar con el público en un espacio ajeno, pero a la vez, cálido e íntimo.
El valor de lo inesperado
La estrategia tuvo su potencia en lo inesperado: el norte ni veraniego ni rumoroso, apareció en la nieve, sin ornamentos extras, con lo esencial. Esa apuesta a la diferencia, a la autenticidad cultural, fue lo que más caló. Una acción menos turística y más sensible: una invitación a sentir, a compartir, a descubrir belleza más allá de los sentidos comunes.

Ecos de zampoña e identidad
Desde el primer tono norteño, la presencia jujeña no fue discreta, sino un verdadero llamado a la emoción compartida. La propuesta aportó una mirada fresca al evento, llenando de colores, sonidos y rostros la fría atmósfera del sur. Se trató de una invitación clara: sin importar cuán opuesto sea el paisaje, la alegría regional tiene el poder de atravesar geografías.
Una ventana de conexión cultural
No se trató solo de hacer promoción turística, sino de tender puentes sensibles entre comunidades; de regalar paisajes sonoros que despiertan las raíces más profundas. Jujuy llevó una porción de su paisaje interior –sus melodías, sus gestos, su gente– para dialogar con el público en un espacio ajeno, pero a la vez, cálido e íntimo.
El valor de lo inesperado
La estrategia tuvo su potencia en lo inesperado: el norte ni veraniego ni rumoroso, apareció en la nieve, sin ornamentos extras, con lo esencial. Esa apuesta a la diferencia, a la autenticidad cultural, fue lo que más caló. Una acción menos turística y más sensible: una invitación a sentir, a compartir, a descubrir belleza más allá de los sentidos comunes.






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