| SOCIEDAD |
“Generación de cristal” es un término utilizado para mencionar a personas nacidas entre 1997 y 2012 aproximadamente, conocida también como la Generación Z. Se caracterizan por su excesiva sensibilidad y baja tolerancia a la frustración. Pero hay más.
Estas personas son denominadas así debido a sus características basadas en excesiva sensibilidad emocional ya qué, según algunos investigadores, son más lábiles o vulnerables en comparación a generaciones anteriores.
El siglo XXI ha sido testigo de numerosos avances importantes en diversas áreas de la ciencia, la tecnología y la sociedad. Todas estas innovaciones produjeron también cambios sociales, históricos y culturales. Estas transformaciones devengaron en modificaciones en los modos de subjetivación y lo que se ve reflejado en cambios psicológicos.
Los chicos de la “generación de cristal” están cursando la adolescencia y los primeros años de la juventud. Son hijos de la “generación X”, una generación cuya crianza fue con cierta anulación de las emociones. Por lo que los adultos que hoy criamos a nuestros niños, lo hacemos validando y atendiendo especialmente sus sentimientos. Como consecuencia de esto, en general decimos que los jóvenes de la generación de cristal se caractericen por ser individuos frágiles, vulnerables y que a la primera de cambio “se rompen.”
En los últimos años los padres y las madres hemos configurado relaciones con nuestros hijos marcadas por cierto temor, ¿pero a qué tenemos miedo?
En una época en donde la felicidad está marcada por modelos de éxito, que son reproducidos por gurúes pedagógicos y consejos acerca de cómo lograrla, donde está prohibido el sufrimiento, tenemos miedo a que nuestros hijos fracasen. ¿Y qué seria fracasar? En este contexto el fracaso esta atravesado por no cumplir con los estándares de felicidad impuestos por las exigencias del mercado.
Todo esto nos lleva a reproducir estos mandatos en nuestros hijos, no habilitándoles desde temprana edad que se frustren, sobrevalorando sus logros, no tolerando sus errores.
¿Cómo repercute esto en nuestros jóvenes? Para responder a esta pregunta es necesario adentrarnos en las características generales de este grupo etario.
Se ha sugerido que la generación de cristal puede ser emocionalmente más lábil en comparación con generaciones anteriores. Estos jóvenes justifican su accionar desde el punto de vista emocional, es decir puede que reaccionen manera impulsiva sin a veces medir las consecuencias de sus acciones. Los individuos de esta generación pueden tener una mayor necesidad de ser validados y reconocidos por los otros. Esto se manifiesta en la búsqueda de aprobación constante, presentan un alto monto de sensibilidad ante las críticas o el rechazo. Se observa también en estas personas, altas expectativas de éxito y bienestar personal.
Al haber crecido en un mundo cada vez más digitalizado, tienen una relación más estrecha con la tecnología y están más acostumbrados a su uso. Pero también presentan mayor dependencia de los dispositivos electrónicos. Son personas con capacidad de realizar muchas tareas a la vez. Son flexibles y adaptables a los cambios repentinos del entorno y además sensibles y abiertos a la diversidad. Se cree que están más dispuestos a desafiar las normas sociales y a cuestionar las estructuras establecidas en busca de un mundo más inclusivo y equitativo.
¿Cómo se insertan estos jóvenes en el mercado laboral?
Maria Laura Olivan dice: “Las nuevas generaciones pusieron al disfrute y el goce a la par de las responsabilidades y el compromiso”.
Algunos autores señalan un posible desmoronamiento de la cultura del trabajo, que antes era considerada sagrada y ahora se ve afectada por diversas situaciones que la alteran, debilitan y relativizan. Además, cabe destacar que en generaciones anteriores los resultados económicos eran lo único importante. La generación Z trabaja mucho, pero también experimenta ansiedad en el proceso ya que para ellos es muy importante el disfrute y la vida afectiva. Los nuevos trabajadores experimentan cierto desánimo en relación a la vocación y a la pasión por el trabajo. Esto se da debido a la cultura de la inmediatez en la que están insertos, a la intolerancia a la frustración, a las altas expectativas de éxito a corto plazo, a la espera de resultados inmediatos sin realizar demasiado esfuerzo.
Los jóvenes de hoy son inestables en el trabajo y en general exigen ser reconocidos, además no toleran las injusticas en el ámbito laboral, cosa que las generaciones anteriores probablemente toleraban de manera silenciosa y pasiva.
En los senderos del devenir, la cultura del trabajo parece desvanecerse, encontrando nuevos destinos. Actualmente se entrelaza la validación de las emociones y del bienestar, quizá por encima del éxito basado en el crecimiento económico.
¿Se puede emitir juicios de valor en relación a estos acontecimientos? En mi opinión creo que son cambios culturales y cambios de paradigmas a los que la humanidad debe adaptarse de manera dinámica y activa. Es importante conocer y respetar las diferencias generacionales para poder lograr una convivencia equilibrada y una sociedad más justa.
Para concluir esta columna, creo necesario resaltar que hablar de una generación en su plenitud puede llevar a injustas generalizaciones. La generación Z, cómo todas sus predecesoras, si bien sus integrantes comparten similitudes en algunos rasgos, está formada por seres diversos, cada uno con su propia subjetividad.
Aunque puedan coincidir con su grupo generacional cada individuo es único e irrepetible.
por Sol Márquez. Psicóloga clínica.
Especialista en Evaluación Psicológica
Fotos: Freepick
Comments