La sacerdotisa andina encontró su camino mientras hacía su residencia médica de psiquiatría y sentía que la vida que llevaba no era una elección genuina. Estos cuestionamientos internos la llevaron a abrazar la sabiduría de la cultura andina e integrar a su vida las “leyes del universo” para lograr un buen vivir.
Seyaku Munainiyoj
Seyaku Munayniyoj es una mujer alegre, suave, pausada al hablar y con una cadencia en su voz que transmite paz. El nombre de nacimiento que le fue dado es Leila Farjat, pero tras una larga búsqueda existencial, en el que preguntas como “¿quién soy? ¿cuál es mi misión? y ¿quién elijo ser?”, la llevaron por un camino de desaprender y aprender nuevas formas de estar en el mundo, que incluyeron, entre otras cosas, la elección de un nombre que se adecue mejor a su ser. “Yo nací en San Salvador, nací en otra ciudad y en otra forma de vida. Estudié Medicina y luego hice Psiquiatría y ese proceso fue un entendimiento para mí, el darme cuenta de que el equilibrio no yace solamente en el cuerpo, sino que el equilibrio o el desequilibrio de los síntomas y el desequilibrio del cuerpo físico tienen que ver primero, con un desequilibrio energético o emocional que tiene su origen en la mente”, manifiesta. La incomodidad de estar en un sistema en el que el “afuera” determina nuestro valor y nos crea dependencia, y el deseo de crear una vida a su medida, fueron los “síntomas” que la alentaron a iniciar un camino, “el camino del guerrero” (del que hablaremos más adelante) de crecimiento y sabiduría basado en la cultura iniciática andina: “Las culturas iniciáticas son culturas del inicio, del origen de la existencia, justamente hay muchas culturas iniciáticas: está la cultura andina, los mayas, los egipcios, en la Sierra Nevada en la India, en muchos espacios-tiempos sucedieron diferentes culturas que alcanzaron un esplendor y una forma de creación que hoy en día no sabemos cómo lo hicieron”, explica Seyaku.
Seyaku Munainiyoj
Luego de reconectar con sus raíces andinas (su abuela era de Yavi, Jujuy), Seyaku fue encontrando señales para darle un nuevo rumbo a su vida: “Uno puede elegir mantenerse de la misma forma durante toda su vida y está bien y por ahí uno elige cambiar y separarse de ciertas creencias e impedimentos para crear la realidad que quiero”,expresa. Este proceso de “renacer” la llevó a estudiar y embeberse de la sabiduría andina, a través de las “leyes del universo”, que nos llevan al “buen vivir” y a “brillar como el sol”. Tras años de aprendizaje, Leila ascendió a sacerdotisa andina y eligió su propio nombre, uno que representa su esencia: “‘Seyaku significa, “Se” es un sonido primal que hace referencia al océano sagrado de la creación, “Yaku” está en runa simi que es la lengua originaria que hablaba la etnia quechua, y significa agua, hace referencia a este elemento y a todo el camino de aprendizaje.. Luego la otra parte de mi nombre iniciático es Munayniyoj, “Munay” es un código andino que significa amor, deseo y poder. Munayniyoj hace referencia a quien crea lo que quiere con amor, deseo y poder y en abundancia, entonces esa sería la explicación de mi nombre”.
Entrevista a Seyaku
¿Sentiste que hubo resistencias al comienzo de tu camino, propias o ajenas? Es afuera como es adentro, cuando uno adentro tiene dudas afuera también aparece esa duda. Y fue todo un proceso, porque yo me recibí muy joven, a los 23 años, iba a ser neurocirujana, como que tenía un camino ya predestinado y fue una elección muy importante para mí salirme de ese camino y encontrarme con otra forma, por esto también que hablamos del valor afuera: el ser médico era como ¡guau! y el valor estaba puesto en el “ser médico”. Entonces fue justamente un proceso de reconocimiento de mi valor y de mi seguridad. Mientras yo más segura estaba adentro, afuera la respuesta era “pero qué hermoso, qué lindo, que hermoso encuentro, que alegría que haces esto”. Cuando adentro había inseguridades afuera aparecía alguna crítica o alguna resistencia que sucede siempre ante el cambio, ante el cambio siempre hay una cierta resistencia. ¿Qué son las Leyes del Universo? ¿Cuáles nos podrías mencionar? La primera Ley del Universo tiene que ver con la elección, es el libre albedrío. El primer paso para encontrarse con este camino de sabiduría es el libre albedrío, es la elección, hay que reconocer el valor justamente en este primer paso, saber de este camino en el que uno se encuentra y tiene que saber del guerrero. El guerrero reconoce su valor para saltar a lo desconocido, el guerrero no es valiente porque no sienta miedo, todos lo sentimos, el guerrero es valiente porque reconoce su valor para alcanzar eso que quiere, para saltar a eso que quiere con seguridad.
Seyaku
El ego, el niño interior que no quiere crecer
¿Qué es el ego, del que tanto hablamos pero poco se sabe? Tenemos un periodo de tiempo en el cual necesitamos de un otro para sobrevivir, entonces el ego aparece como una estructura funcional de la mente, en la cual yo me anclo a la vida dependiendo de otro. Entonces ahí se genera todo el tema, porque justamente todas las culturas iniciáticas conocían este sistema de la mente, entonces entre los 8 y los 13 años hacían su ceremonial de paso de la niñez a la adultez, momento en el cual se reconocían como creadores de su realidad” Entonces llega un punto en nuestro desarrollo en el que mi vida ya no depende de otro, sino de mí y de mis elecciones. Hay gente adulta a la que todavía le cuesta entender esto. Y esa es justamente una forma de pensamiento predominante de la cultura occidental que tiene configuraciones dentro del mundo andino y que dentro de esta sabiduría le llamamos el pantano. El pantano es un lugar que asfixia, metafóricamente, el pantano es un lugar en el que no hay vida, no hay oxígeno, no hay alegría, no hay disfrute, porque justamente toda nuestra existencia depende de otro. O sea en el mundo occidental vivimos dependiendo de un otro que pueda ver cuánto valemos, del trabajo, de si me veo bien, de muchas cosas… Tal cual, un montón de creencias, por ejemplo en relación al trabajo, a los mandatos, a las creencias comunes de tu familia, de la sociedad, entonces uno se pasa toda la vida en esta asociación del ego, dependiendo del afuera y no reconociendo su valor.
Seyaku
El buen vivir, una práctica cotidiana
Dice Seyaku que cuando uno se encuentra con los caminos iniciáticos hay una premisa muy importante que tiene que ver con nuestro para qué, para qué estamos aquí, para qué vinimos a este plano. “Creo que es una pregunta que nos hacemos todos: a qué vine, cuál es mi función, qué es lo que yo tengo que hacer aquí y justamente hay un punto en común entre todas las culturas iniciáticas que es que nosotros venimos a este plano a brillar como el sol”, afirma. ¿Todos podemos brillar? Claro. todos somos eso. Yo trabajo mucho con la Física y con otras áreas integrando siempre todos los saberes que vamos conociendo, y dentro de la Física hay una ley que demuestra que la materia es igual a la energía, entonces justamente nuestro cuerpo, esta identificación que tenemos con quién somos, es energía. Entonces ese es un punto clave, el reconocimiento de que nosotros somos energía. La energía primordial es la energía lumínica, la energía del sol, entonces es ese paso de entender que somos energía lumínica, energía de creación, porque la energía del sol es la que da vida. Ninguno de nosotros podría existir sin energía solar, entonces es ese punto de reconocernos como luz y reconocer que si es materia, es energía. ¿Qué es lo primero que podemos hacer para descubrir qué es aquello que nos hace brillar? Primero tendría que separarme del ego, pero aquí hay algo fundamental y es que el ego es un niño y no le gusta crecer, es una estructura de la mente funcional, de los primeros años, pero luego el ego se quiere quedar en lo conocido. Él se quiere quedar donde está, donde aprendió. Al camino del guerrero se lo ve en muchas películas también, que es la salida del pueblo, de lo de lo conocido. Entonces el primer paso es el libre albedrío: yo me quiero encontrar con las leyes del universo que implica justamente reconocer que vinimos a este plano a brillar como el sol. Entonces lo que yo preciso hacer es reconocer primero el valor y ese sol dentro mío, es reconocerme como creador de mi realidad y reconocer que yo soy el responsable de lo que voy a crear en mi camino. Es un gran poder que tenemos… Así es y lo tenemos todos porque todos somos energía lumínica y todos tenemos ese creador dentro nuestro, incluso en diferentes culturas iniciáticas habla de esto, de encontrar el creador en uno mismo.
Entrevista a Seyaku
¿Sentís que hay algo en Seyaku de la Leila anterior o sentís que sos una persona totalmente nueva? Soy ambas, por todo lo que uno aprende con el nombre que le es otorgado, porque es justamente lo que yo preciso aprender, lo que yo preciso alumbrar, lo que yo preciso traer a mi conciencia para seguir caminando, para seguir dirigiéndome hacia la iluminación, para encontrarme con ese valor en mi misma. También uno siente este renacimiento constante, porque en el crecimiento sostenido uno va creando algo y te identificas con eso, entonces crees que sos eso. Esto que vos me contás, “soy comunicadora, soy mamá, trabajo aquí”, entonces yo me voy contando una historia y me voy armando una serie de creencias de qué es lo que yo soy. Entonces luego cuando yo hago un paso a otro tipo de orden, a otro tipo de encuentros hay una muerte, siempre está la muerte porque sin la muerte no hay vida. Eso es muy importante que aprendí con mi abuela que implica justamente también este equilibrio con las energías complementarias, vida y muerte son ambas caras de una misma moneda, una no existe sin la otra.
Yanantin Yachaywasi, la casa escuela que comparte en comunidad
“Desde la escuela trabajamos con la enseñanza de las leyes del universo, con la práctica de las leyes del universo y en este proceso hay diferentes actividades como retiros, alimentación consciente, entre otros. Vamos a realizar la inauguración del espacio físico el 4 de diciembre”, finaliza. La escuela está ubicada en Antártida Argentina 127 de nuestra ciudad.
por Raquel Abraham
Periodista y comunicadora. Amo contar historias propias y ajenas. foto Ollie Wright
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