
En una jornada que quedará grabada en la historia local, Santo Domingo, en la Rinconada, presentó dos espacios que van más allá de lo material: un hotel comunitario y un Centro de Interpretación Arqueológica. Son apuestas concretas para cuidar la identidad ancestral, impulsar el turismo cultural y fortalecer la vida comunitaria en la Puna jujeña.
Dos nuevos puntos de encuentro con el pasado
El hotel comunitario abre sus puertas como un espacio para alojar visitantes que buscan algo más que hospedaje: venir, quedarse, y vivir el lugar. No solo para quienes llegan desde afuera, sino también como refugio para quienes regresan, quienes viajan desde otros pueblos, para las familias, para quienes quieren reconectarse.
Paralelamente, el Centro de Interpretación Arqueológica desempeñará un papel clave en preservar piezas, relatos, saberes ancestrales. Será un lugar para que arqueólogas/os, turistas y miembros de la comunidad puedan conocer y homenajean el valor material e intangible del pasado, narrado desde quienes lo viven.
Un proyecto comunitario con alma
Lo más potente de esta iniciativa no está solo en sus infraestructuras, sino en cómo fue gestada: con participación directa de la comunidad local, con colaboración técnica y financiera, y con la convicción de que lo cultural es parte del desarrollo. Es un ejemplo de cómo el patrimonio no se conserva desde afuera, sino cuando lo sienten arraigado quienes lo portan.
Durante la inauguración, hubo feria de artesanos, desayuno comunitario, celebraciones que mezclaron lo cotidiano y lo simbólico. No fue solo levantar muros, sino recuperar voces, estimular sentidos, generar pertenencia.
Turismo con sentido, sostenibilidad territorial
Estos espacios se suman al Corredor Ecoturístico Altoandino, un entramado regional que busca mostrar lo auténtico: paisaje, cultura, naturaleza. Con ellos, Santo Domingo suma una oferta que combina hospedaje, formación, investigación arqueológica y experiencia cultural.
Además, se piensa en el mediano y largo plazo: estas obras pueden traer trabajo local, oportunidades para saberes ancestrales, y un turismo que no avanza a costa del patrimonio, sino que lo respeta, lo difunde y lo integra.
- Raquel Abraham
| Editorial |

¡Bienvenido Agosto! Un mes especial para quienes vivimos en las regiones andinas. En Jujuy el 1 de agosto celebramos el Día de la Pachamama, una tradición heredada de las culturas originarias que fue transmitida de generación en generación.
Se trata de la ceremonia de agradecimiento a la Madre Tierra por los frutos obtenidos, y como reciprocidad y gratitud, le devolvemos los alimentos cosechados, en un sentido ritual que simboliza el darle de comer a la Pachamama
Es por lo que este mes, desde Revista CHE, decidimos hablar de los rituales cotidianos. Aquellas pequeñas ceremonias que reproducimos en el seno familiar, o en un grupo de amigos o junto a personas con quienes compartimos un valor especial, sagrado para cada uno.
Un ritual es la repetición de ciertos actos que representan un mito, que solo puede reproducirse y reafirmarse, a través del ritual. Por ejemplo, cuando alguien cumple años, lo agasajamos, le damos un regalo, le cantamos el “Feliz cumpleaños” alrededor de una torta con velitas, y luego el agasajado sopla las velas, no sin antes pedir tres deseos. Este es un ritual simple, que simboliza la celebración de la vida, el agradecimiento por cumplir un año más. A la vez este ritual tiene elementos esotéricos si se quiere, en el sentido de entregarle el poder a las velas que soplamos, de concretar nuestros deseos.
Lo cierto es que los rituales nos hacen más conscientes y sacralizan nuestra existencia, al darles toda nuestra atención, intención y amor a pequeños actos cotidianos.
La idea entonces de este mes es agradecer y valorar, la cantidad de bendiciones que recibimos a diario, desde el sol que nos roza la piel con su energía vital, el café de la mañana que nos ayuda a despabilarnos, las caminatas a la siesta que nos conectan con nuestra esencia…Son muchas las formas que cobra la magia de la vida, y con nuestros rituales cotidianos, la hacemos presente y le damos una dimensión de sobrenatural.
¿Tenés algún ritual que practiques sola, o acompañada tal vez por hermanas, hijas, amigas, madres y abuelas? Si es así te darás cuenta que lo simple se vuelve mágico.
por Raquel Abraham
Periodista y comunicadora.
"Amo contar historias inspiradoras".
Cada 23 de agosto, San Salvador de Jujuy late más fuerte: una ciudad que se detiene, recita su historia y vuelve a sentir el peso simbólico de aquella gesta de 1812.

Marcha evocativa y ritual de fuego
El ritual comenzó en la víspera, cuando la ciudad cobró vida en una marcha que no fue solo un desfile, sino una exploración colectiva del recuerdo. Desde el centro, familias, escuelas y agrupaciones gauchas recorrieron las calles con antorchas encendidas, reclamando presencia para aquellos que dijeron adiós a todo en nombre de la libertad.
La marcha desembocó en el clásico gesto catártico: la quema simbólica de casillas sobre el lecho del río Xibi Xibi. Una metáfora poderosa, austera y clara, que revive el acto de dejarlo todo atrás para defender una causa mayor.
Más allá del espectáculo: una conmemoración que respira
No se trató solo de actos organizados; fue la fuerza de una comunidad que se reconoce en un relato común. Razones para que esta conmemoración persista y se transmita:
Revivir el compromiso: no con multitudes, sino con voces que eligen recordar.
Simbolismo vivo: la quema y la marcha como actos que renuevan el pacto de libertad.
Participación plena: público, vecinos y tradición que se entrelazan, sin artificios.