Voy a anticipar que esta historia tiene un final feliz. Pero como todas las buenas historias, está teñida de conflictos, ilusiones, angustias, esperanzas…Como la vida misma. Desde que tiene uso de razón, Daniela Carrillo, quería ser mamá: “Fue algo que siempre soñé. No me imaginaba ni profesional, me imaginaba mamá, mi panza, dando la mamadera, era el deseo más importante”, recuerda. Sin embargo, como persona racional y lógica, primero hizo las tareas previas: en su caso estudió una carrera profesional, se recibió de médica, conoció a su actual pareja, Aldo, (también médico), y juntos, se encontraron en el mismo deseo de tener un hijo. “Después que me recibí y estando en pareja dijimos: ‘queremos ser papás’. Yo tenía 25 años. Sin embargo en ese momento estaba también lo consciente, teníamos que hacer una residencia, requiere mucho tiempo. Entonces dijimos ‘no es el momento’, esperemos a hacer la especialidad. Y ya con la residencia concluida, la especialidad terminada y una carrera consolidada llegó “su” momento de ser padres, pero pasaba el tiempo y el bebé no llegaba. “Cuando pasan los años ves a las amigas que son mamás, y cómo crían a sus hijos y cómo disfrutan ese vínculo, después vienen los sobrinos, y uno proyecta el deseo en ese vínculo. La realidad es que obviamente lo ideal muchas veces no se cumple: te imaginas la panza, los nueve meses, un parto divino y todo lo demás, sobre rieles”, reflexiona Daniela.
Daniela Carrillo
Lo cierto es que la vida la hizo esperar mucho más de lo que hubiese deseado para cumplir el sueño de convertirse en madre. Y la búsqueda se iba fraccionando por períodos de ¡cuatro años! Pasaron primero cuatro años intentando embarazarse de forma natural, como no ocurría, intentaron con tratamientos de fertilización asistida, y pasaron cuatro años más. Tiempo después, y luego de mucho análisis, Daniela y Aldo tomaron la decisión de inscribirse en el Registro de Adopción, y en junio de este año se iban a cumplir cuatro años más sin que llegue el bebé: “Empezamos a pensar que estábamos grandes, que quizá no sea nuestro destino, habíamos desplegado todas las posibilidades. Habíamos decidido que en junio de este año, no renovábamos más el registro”, relata Dani.
Y como en toda buena historia, después del nudo llega el desenlace, que tuvo todos los condimentos necesarios para un final feliz: emoción, sorpresa y giros imprevistos. A fines de mayo, Daniela se encontraba en París, cursando una beca laboral junto a una colega y amiga, cuando recibe el llamado de Aldo, diciendo que los habían llamado del Registro de Adopción y que tenían una entrevista la semana siguiente. Pocos días después, tras 15 años de espera, llegó el tan ansiado hijo a sus vidas: “Fue la emoción más grande. Sentía que no podía entrar en mi cuerpo. Fue la mejor noticia. Fui a París a hacer el reclamo personalmente” bromea Dani. Joaquín llegó a sus vidas para darla vuelta y desbordarla de amor y alegría. Y es que a sus 43 años y 50 de Aldo, la pareja disfruta de su bebé, que les enseña que, como dice Cerati “tarda en llegar y al final, hay recompensa”.
Daniela Carrillo
¿Cuándo nació tu deseo de ser madre? ¿Tenés un registro?
Creo que desde que tengo uso de razón la maternidad fue algo que siempre soñé, desde chica. Y cuando con Aldo quisimos que sea el momento de ser padres, no se daba. Empezó a crecer la ansiedad, la angustia, la situación de que no llegaba era muy angustiante para mí. Ya estaba con la especialidad, con el trabajo listo y no aparecía esto. Así que estuvimos como cuatro años buscando naturalmente, en el medio hubo una pérdida de embarazo. A partir de ahí, empezamos una serie de consultas, porque ya estábamos grandes, y tuvimos un equipo de médicos espectaculares acá en Jujuy que nos contenía y guiaba. Empezamos a hacer tratamientos. La noticia fue “no van a poder ser padres en forma natural” y ese fue el primer gran golpe. Todo lo que habíamos imaginado, no se iba a dar en forma natural. Empecé el proceso de aceptar eso acompañada por un psicólogo, porque más allá de que una piensa que le pasa a muchas mujeres, una cree que es la única. Es como un nudo en la garganta. Y empezamos los tratamientos, que parecen tan fáciles pero hay que poner mucho el cuerpo y se paga un costo emocional elevado, porque muchas veces esos tratamientos tampoco dan resultado. Y así pasamos otros cuatro años. Porque había que recuperarse después del tratamiento. Y esto lo habíamos hablado siempre con Aldo, hasta dónde íbamos a llegar con el tema de las intervenciones: dijimos “vamos a intentar hasta un cierto número de veces, y si no va, no va”. Hicimos los tratamientos que habíamos pautado y dijimos “basta”.
Y así viviste otro duelo más…
Sí, otro duelo más, pensar que la maternidad tampoco iba a ser así. En algún momento en la terapia hablamos de cuánto era posible ser mamá y de qué manera, que no era solo la biológica y que habían muchas opciones. Pero yo sentía que necesitaba primero duelar estas pérdidas para mí de la maternidad natural, para poder dar el paso de inscribirnos en ser padres adoptivos. Requirió mucho trabajo, y yo lo que siempre tuve claro es que el día que yo me fuera a anotar para ser padres adoptivos, tenía que tener todo resuelto, todo lo emocional, de que no iba a transferir a ese bebé mi frustración de no haber podido ser mama natural. Entonces hice mucho trabajo de gestar nuevamente el deseo. Así pasó un tiempo largo, de charlarlo, de que nos den ganas y después volver para atrás…Y una mañana, estando en el consultorio, me faltó una paciente y dije: ¡es el momento! y me fui a averiguar requisitos. Me había nacido esa sensación que no la había tenido antes. Dije ¿por qué no? Es una posibilidad para nosotros. Y me fui a tribunales. Volví al mediodía y le dije a Aldo: “son los requisitos que tenemos que presentar, ¿qué te parece?” “Bueno, me dijo. Lo hagamos”.
Y comenzó una nueva espera, la de la adopción…
Sí, de ahí tuvimos el proceso como seis meses más con entrevistas con psicólogos para ver si éramos aptos como padres adoptivos. De ahí elevan un informe y a los seis meses me llegó el numerito que me decía que estaba en el Registro de Adopción. Lo cierto es que pasó el tiempo y ya llevábamos cuatro años más esperando y renovando todos los años y así se nos pasaban los años. Empezamos a pensar que estábamos grandes, que quizá no sea nuestro destino, desplegamos todas las posibilidades. Empezamos a hablarlo también y habíamos decidido que en junio de este año no renovábamos más el registro. Y la llamada fue 15 días antes de que se venza la solicitud.
"Yo sentía que necesitaba primero duelar estas pérdidas de la maternidad natural, para poder dar el paso de inscribirnos en ser padres adoptivos. Requirió mucho trabajo"
Daniela Carrillo
Un llamado a París
¿Cómo fue el llamado del Registro de Adopción?
Yo estaba en una beca en París y lo llamaron a mi marido, a mí me faltaban cuatro días para volver. Lo llamaron a mi marido diciendo que nos teníamos que presentar en tribunales. Y le dicen que nos esperaban el martes siguiente a las 10 de la mañana. Me llama asustado, él estaba panicoso. A mí me empezó a latir el corazón rapidísimo. Era como que ya habíamos dicho que no íbamos a renovar más. Pero en eso también sabíamos que podía ser un llamado de pre selección. Entonces yo lo tranquilizaba, y le decía que no sabíamos nada todavía. Y mucho tuvo que ver mi amiga y colega que viajó conmigo, Luz, ella fue fundamental para bajarme las tensiones.
Pero en tu corazón, ¿sentías que se iba a dar esta vez?
Hubo muchos signos, yo soy muy espiritual. Ese viaje ha sido para mí un antes y un después, uno lee después las cosas que van pasando. En una de esas excursiones que teníamos los fines de semana, entramos a una iglesia. Yo tuve la necesidad de entrar a una iglesia, tocarme la panza y decir “listo, hasta acá llegue”. Yo siempre que entraba a una iglesia pedía por ser mamá, ¡creo que no quedó iglesia que no haya entrado y no haya pedido ser mamá! Pero al entrar a esa iglesia dije “listo”. Hicimos todo lo que estaba al alcance, el deseo está, pero ese amor se transformará en amor para los sobrinos, los ahijados, las amigas. Y ahí me sentí liberada. El último día que me despedía de mi jefe en Francia, él me llevó a una abadía porque me quería regalar algo para que me traiga de recuerdo. Fuimos un día que estaban exponiendo monjes que hacen trabajos artesanales y mi jefe me puso al frente de una pared donde había un montón de cuadritos, de imágenes de vírgenes y de santos, y me dijo: “Daniela elegite algo de acá”. Yo me elegí uno y el monje me bendijo, y cuando me despedí me dijo mi jefe: “Que la vida te ponga todo aquello que vos quieras o desees”. Yo lloraba porque todo me ponía piel de gallina. Cuando volví a la casa, abrí el regalo y era la Virgen de la Visitación, que en Latinoamérica equivale a la Virgen de la Anunciación, que es la que anuncia el embarazo a Isabel. En ese momento le dije a Luz: “No, esto no coincide con mi vida”. Al día siguiente, el llamado de Aldo y Luz escuchando con los ojos llenos de lágrimas. Fue todo así, como “preparate porque viene”.
"Yo tuve la necesidad de entrar a una iglesia, tocarme la panza y decir 'listo, hasta acá llegue'".
Daniela Carrillo
El amor es más fuerte
¿Y cómo siguió todo cuando volviste a Jujuy?
Cuando volví a Jujuy fuimos a la entrevista. Me salió preguntarle a la secretaria del juez si esto es significaba que había que esperar a otra entrevista y me dijo: “No, vayan a la casa, preparen a la familia y la casa, porque el lunes vienen a buscar a su hijo”.
¡Qué emoción! ¿Tenían algo preparado?
No, nada nada. Fuimos a almorzar con mi mamá, le dimos la noticia y ella lloraba. Toda la familia lloraba. Cuando dimos la noticia todos se emocionaron mucho, la familia y los amigos, que han vivido todo nuestro proceso. Mis amigas han compartido todo. Fue maravillosa la recepción que tuvo.
¿Y cómo recibieron a Joaquín?
De la emoción no habíamos preguntado nada, qué edad tenía, nada. Solo sabíamos que era varón y que aproximadamente tenía un año. El fin de semana nos preguntaron si queríamos que nos manden una foto para conocerlo, y con Aldo dijimos “No. Vamos el lunes y lo recibamos”.
¿Cómo fue ese primer encuentro?
Fue hermoso, una cosa maravillosa. Uno dice que el nacimiento es ese momento del trabajo de parto, pero este es un nacimiento del corazón, y sentís tanta emoción que calculo, como cuando das a luz. Él nos vio, nos sonrió y nos pasó la pelota que tenía. Nuestro camino de ser padres grandes, yo 43, Aldo 50, me da felicidad. La vida y Dios nos bendijeron con Joaquín porque es un niño feliz. Esta super afianzado, no tuvo problemas de adaptación. El termómetro nuestro es verlo sonreír, y es un bombón que nos tiene cada día mas enamorados.
Daniela Carrillo
¿Qué te dejó toda esta experiencia vivida?
Ha sido un crecimiento desde todo punto de vista. Yo siempre veía la vida como que lo que uno quería lo conseguía, de alguna manera. Pensaba que lo que uno generaba, eso se daba. Esto fue un gran golpe, porque no es como vos querés ni cuando vos querés. Esto tiene que ver con madurar y saber que todo llega cuando tiene que llegar, y si no llega es por algo. Cada cosa que me ha pasado, lo pienso así, con todas mis pérdidas, no por qué me pasa a mí, sino para qué me pasa a mí. Este ha sido el gran desafío de la vida, de practicar la espera, la paciencia. Creo que las cosas pasan para crecer, madurar, quizás como pareja, como ser humano, y cuando estás listo, si tiene que darse, se da. Hoy me siento una mujer que tiene muchas más herramientas emocionales, que tuvo que atravesar todo el proceso para hoy sentirse plena. Soy una mamá que se emociona a la noche cuando lo pongo en la cuna y se queda dormido, una mamá que disfruta cuando él sonríe, y vamos afianzando cada vez más ese vínculo. Me espera con una sonrisa y me empieza hablar en ese idioma como diciendo: “estoy feliz porque llegaste”. Yo me siento una mujer totalmente bendecida con la llegada de Joaquín a nuestras vidas.
Esto fue un gran golpe, porque no es como vos querés ni cuando vos querés. Esto tiene que ver con madurar y saber que todo llega cuando tiene que llegar, y si no llega es por algo".
Daniela Carrillo
por Raquel Abraham
Periodista y comunicadora. Amo contar historias propias y ajenas. foto Ollie Wright
Ana Funes.
Elegí a Ana como la entrevistada de octubre de manera arbitraria y un tanto caprichosa. Es que quería contar la historia de una mujer común, que como tantas otras, fue una niña traviesa y juguetona, que creció, se enamoró, se casó, y tuvo hijos. Una historia común. Pero en las historias comunes, mínimas y anónimas, se esconden grandes proezas que pueden modificar pequeños mundos. Este es el caso.
A Ana la conozco desde que teníamos 7 u 8 años, no recuerdo exactamente. Era la segunda de cuatro hermanos, después llegaron dos hermanas más, y Ana ayudaba a su mamá con el cuidado de las más chiquitas. A sus 9 años venía a jugar a casa con su hermanita de 2 a cuestas, la cuidaba, le cambiaba los pañales, y jugaba con nosotras con una naturalidad asombrosa: “Siempre lo tomé como una actividad más de mi niñez, no lo vi como una tarea extraordinaria que yo tenía que desarrollar, verdaderamente lo disfrutaba”, relata Ana con soltura.
Ana Funes.
Y así como muchas niñas soñaban con grandes aventuras, conocer el mundo o estudiar una carrera profesional, Ana disfrutaba de su aquí y ahora, y cada cosa que la vida le iba presentando, ella la recibía con gratitud. Según dice siempre tuvo clarísimo que su rol era “casarse y tener hijos”, sin embargo, y a pesar de no haber podido estudiar una carrera universitaria porque tuvo que trabajar desde muy joven para ayudar a su familia, logró destacarse y escalar posiciones en la empresa que le dio su primer trabajo a los 18 años: Hoy es la jefa de Ventas de Aerolíneas Argentinas Jujuy.
Ana es una mujer cuyo ingenio y sentido del humor superan ampliamente su belleza física (que está a la vista). Estar con ella hace bien, su sonrisa es parte de su cara, su risa es contagiosa e inconfundible (se ríe muchísimo) y si bien brilla en distintos roles, sin dudas que la maternidad es su perla. Ana materna no solo con sus hijos, ella está pendiente de cuidar y dar amor a cada persona que se cruza en su camino. Por suerte yo me crucé en el de ella: es una de mis mejores amigas y además es mi familia, me olvidé decirles que está casada con mi hermano. Permítanme este gusto personal.
Entrevista a Ana Funes.
¿Siempre quisiste ser mamá?
La verdad que sí, desde muy chiquita. Yo soy la hermana mayor de seis hermanos, mi mamá trabajaba en casa, entonces era como la discípula de mamá. Yo estoy entre dos varones, después vienen tres mujeres más chicas todavía. Y siempre el rol maternal me tocaba.
¿No era un peso para vos cuidar a tus hermanitas, cambiar los pañales a la más chiquita? No, siempre lo tomé como una actividad más de mi niñez, no lo vi como una tarea extraordinaria que yo tenía que desarrollar (también eran otras épocas, no había modo de que yo confronte con mi mamá de que por qué no lo hacían mis hermanos varones), pero lo tomé con alegría y actualmente tengo mucha responsabilidad de que estén bien. Todavía siento como la carga sobre mis espaldas de que mis hermanas estén bien, ellas me dicen: “¡relajá! No te hagas cargo de esto”. Me hago cargo de armonizar situaciones como si fuera una mamá pero no lo soy. Desde muy chiquita lo viví así. Para mí cuidar niños, cambiar pañales, siempre fue muy natural.
¿Qué creés que heredaste de tu mamá en la forma de crianza?
Yo lo que heredé de mi mamá es el priorizar la armonía emocional de mis hijos. Siempre hay dificultades en la pareja, la economía, en los trabajos, en la familia externa. A lo largo de nuestra niñez atravesamos muchas dificultades, situaciones económicas adversas, una situación de salud menor pero subsanada, y siempre preservar el equilibrio emocional. Y eso es algo que yo agradecí en mi crianza, dudo que mis viejos no hayan tenido mil dificultades y peleas, pero nosotros jamás lo sabíamos. Por ahí me acuerdo de salir afuera y verla a mi mamá colgando la ropa calladita, pero era su máxima catarsis (risas). Y es algo que yo a veces lo sufro, y por ahí tengo ganas de explotar, pero si están los chicos digo bueno, no importa, pongo la otra mejilla…Quizás el día de mañana me lo reprochen, pero yo digo “son niños” y hay situaciones de los grandes que sí hay que hacerlos partícipes, pero en la mayoría dejarlos afuera, porque ya la vida adulta los va a poner en un montón de circunstancias que no les va a quedar otra que afrontarlas. Pero hoy por hoy preservo eso. Veo que es algo que lo tiene mi mamá y que perdura hoy. Trato de suavizar situaciones familiares y siento que es algo que me inculcó mi mama.
Ana con sus dos hijos: Guadalupe y Renzo.
¿Con tu esposo charlan sobre los valores que les quieren transmitir a los chicos?
En lo fundamental estamos totalmente de acuerdo. Hace 20 años que estamos juntos y debemos compartir varias cosas y creo que los valores o el rumbo que les queremos dar a las perspectivas de nuestros hijos, se cae de maduro que coincidimos. Pero claro que somos personas individuales, Guillermo algunas cosas las piensa de un modo y yo de otro, pero siempre lo conversamos previamente o tratamos de no desautorizarnos. Tratamos de que los chicos queden con la palabra de uno de los padres, y después a puertas cerradas, suavizar la situación y revertirla, pero muy protocolarmente, para no desautorizarnos el uno al otro. Pero sí coincidimos en casi todo y creo que esa comunión como padres, hace que los chicos estén más seguros ellos también, porque la cosa es así, o así. No sé si están bien o están mal, pero tienen un marco en el cual moverse. No hay doble mensaje.
"De mi mamá heredé el tratar de preservar el equilibrio emocional de mis hijos”.
Soltar las riendas
¿Cuáles son los desafíos que sentís que afrontás hoy como madre?
Yo creo que ahora, Guadalupe tiene 12 y Renzo 10, el hecho de la inseguridad, las drogas (que eran problemáticas que también había en nuestra época). Pero yo siento que nosotros, el hecho de poder salir a la calle y tener más independencia en algunas cosas, nos hizo un poquito más despabilados. Yo a ellos los veo muy despabilados en tecnología, saben hacer Tik Tok, actuar, pero digo ¿se saben desenvolver? ¿saben tomar un colectivo? Creo que no, eso es lo peor (risas), o dar un vuelto correctamente. Yo a la edad de Guadalupe manejaba perfectamente plata. Ella por ahí me dice “no sé qué hacer, cómo pido”. Son unos aviones en algunas cosas que nosotros éramos unos pavotes, pero en otras me preocupa eso, que sería cómo relacionarse con el mundo. Y después obviamente el tema de la seguridad, que salgan solos…
Ana Funes.
¿Creés que les tendrás que soltar las riendas en algún momento?
Y yo creo que no queda otra, pero acompañando. No me canso de hablarlo, contarles. A diferencia de mi crianza que había temas tabú: el sexo, ni hablar la bisexualidad o ser gay, eran todas malas palabras o temas que no se abordaban directamente. En mi casa no se hablaba ni de preservativo. Esa realidad que yo viví, con mis hijos no existe, se habla de todo, siento que eso es la única garantía que tengo de que van a salir a la calle y van a saber cómo son las cosas, nadie les va a poder vender gato por liebre. Van a tener información real, obvio que uno no les va a dar más detalles de lo que la criatura necesite, aunque a veces su imaginación vuele y hay que estar tamizando la situación (risas). Pero si hay algo que no voy a permitir es que mis hijos salgan a la calle sin información y tratar y rogar que Guille y yo, seamos siempre sus primeros referentes para sacarse una duda, para recurrir ante la situación que fuere. Yo siempre les digo, "ustedes pueden mandarse la macana más grande y nosotros los vamos a ayudar". Nadie los quiere tanto como papá y mamá, de eso no hay duda, la macana que se manden o la situación horrible que pasen, vamos a estar.
"Hablar con mis hijos es la única garantía que tengo de que van a salir a la calle y van a saber cómo son las cosas, nadie les va a poder vender gato por liebre".
¿En este tiempo de cuarentena, de pasar más tiempo juntos en casa, sentís que los conociste más a tus hijos?
Sí, todo lo que les pasa a mis hijos yo intervengo, y me veo participando de cosas que ellos hacen hoy, que si no, no hubiera habido forma. Por ejemplo, charlas que teníamos nosotras a nuestra edad en privado, nuestros papás nunca se enteraban de nuestras pavadas. Hoy yo estoy acá, mi hija está en un zoom, y yo escucho, entonces ¿Cómo abordar eso que escuché, pero sin invadirla? Y no tiene por ahí esos momentos de intimidad y complicidad con sus amiguitas porque yo estoy acá, de oyente. Lo mismo las clases con Renzo, que lo escucho que habla cualquier sandez y me dan ganas de intervenir, pero lo tengo que dejar porque es su clase. Es todo un desafío pero es sumamente gratificante. Inclusive en la cuarentena me descubrí siendo maestra de Renzo, psicóloga de Guadalupe, acompañando procesos que quizá en la escuela y con los pares lo resuelven solos, y ahora es todo la mamá.
Ana, Guadalupe y Renzo.
Dos caras de una misma moneda
¿Qué aspectos de tu vida cambiaron con la maternidad? ¿Hubo renuncias?
A veces recuerdo o anhelo estar sola sin ese alerta permanente de ser mamá. Porque cuando duermo o estoy trabajando re concentrada, sé que los chicos están en clase, a qué hora hay que buscarlos, qué vamos a cocinar. O estoy viajando y estoy pensando si comieron, si no comieron, es un estado de alerta permanente pero al mismo tiempo es tan placentero y reconfortante...En la balanza no hay con qué darle, no cambio por nada ser mamá. Muchas veces lo pienso, pero quizá por esta crianza que tuve, la mamá "Susanita", no había un papá cambiando pañales o cocinando, para bien o para mal, hice el “copie y pega”. Entonces acá estamos con un clon de mi papá durmiendo la siesta (risas). Obvio que renuncio a cosas pero siempre me pasa lo mismo, que soy una “zapalla”, (no me puedo poner otro atributo). Pero yo creo que me muero si un día llego y Guille cocinó, hizo las tareas con Renzo, los bañó, les cortó las uñas y les leyó un cuento. Me siento invadida. Y siento culpa de irme. Ya va a llegar el momento en el que ellos no me quieran ni ver y yo me voy a poder meter en un gimnasio cinco horas diarias si quiero, pero hoy dejarlos para ir al gimnasio…no, prefiero hacer bici acá mientras Renzo ve una película, por ejemplo, y lo disfruto genuinamente, no estoy forzando. Inclusive cuando Guille se va, yo disfruto acá. Siento y asumo con felicidad absoluta de que me tengo que encargar de los chicos y no lo siento como injusto, ni un castigo, ni le voy a reclamar. Es lo que con mucha felicidad afronto todos los días, no me veo como heroína, soy mamá y todos los días hago que siga siendo de ese modo. Creo que tuve la suerte de haber tenido mi trabajo mucho antes de tener a mis hijos, pude hacer muchas cosas, crecer, conocer lugares, y la maternidad me llegó en Jujuy, me acompañó con la cúspide de lo que yo quería.
A
Ana Funes.
¿Qué es lo que más disfrutás?
Lo que más disfruto es acompañar su crecimiento, ver cómo avanzan en cada etapa, desde que nacieron hasta esta edad, (igual son chiquitos todavía, muy mama dependientes, aunque paulatinamente irán diciendo, mama volá). Pero son etapas diferentes y todas son encantadoras y todas tienen su magia, es un descubrir permanente. Cosas que antes no les gustaban ahora les interesa y preguntas y charlas. Las charlas que tengo hoy con Guadalupe, lo que pasó o no, “¿qué opinas?” Y trato de ponerme a su altura para darle la importancia de lo que le está pasando. Lo que más disfruto es acompañarlos en su vida, y espero poder hacerlo hasta el día de mi muerte, acompañarlos en lo que les toque y ayudarlos lo más que pueda. Acompañar a un pajarito que inevitablemente va a dejar el nido pero que sepa que siempre va a estar el lugar al que pueden volver.
“La maternidad es un estado de alerta permanente pero al mismo tiempo es tan placentero y reconfortante. En la balanza no hay con qué darle, no cambio por nada ser mamá".
Ana y sus hijos.
por Raquel Abraham
Periodista y comunicadora. Amo contar historias propias y ajenas. foto Ollie Wright
Valentina es como un huracán que arrasa con todo lo se presenta en su camino. Es poderosa, en el sentido semántico de la palabra: “person con la capacidad o virtud para hacer una cosa”. Es una emprendedora nata y multifacética que se apasiona por la vida misma: “Soy una multitasking atroz: a mí me gusta cocinar, cantar, pintar, estudiar, decorar, actuar, escribir guiones, producir, hacer tele”, enumera Valen. Lo cierto es que, si bien la música es el tronco del que se ramifican los demás intereses, esta artista es una topadora que ante todo hace, luego va tejiendo sus semillitas creativas. “Mi lema es: prefiero equivocarme por hacer, que por no hacer. Y no puedo quedarme con la duda de si algo funciona o no. Todos los días pienso que este día no vuelve más y que lo que no haga ahora, ¿cuándo? Yo, a los proyectos, los tengo que sentir en el cuerpo o el corazón. Eso me genera el entusiasmo y eso va despertando motores para que se puedan ir generando otras cosas”, relata la salteña radicada en Jujuy hace cinco años.
Valen Moisés.
En su cuenta de Instagram, Valentina Moisés se describe como cantante y compositora, host televisiva, coach de Medicina CMA (Cuerpo, mente, alma), instructora de Yoga, creadora de Vibra Holística, Focus y Valentina y los Valientes. ¡A esto me refería con lo de multifacética! Pero la realidad es que cada uno de estos aprendizajes y saberes, si bien en un principio parecían aislados, tenían algún punto de encuentro:“Muchas cosas de las que hice que no sabía para qué, hoy puedo ir uniendo los hilos hacia atrás. Me acuerdo de lo que decía Steve Jobs, que no sabía por qué estudió caligrafía y después le sirvió cuando creó Apple en el garaje de su casa. A veces uno no sabe por qué hace las cosas, pero si está conectado con tu propósito en algún momento se van hilando las partes”, evalúa.
Esta charla, si bien está cimentada en los desafíos del mundo emprendedor, inevitablemente roza otros de la vida, como el autoconocimiento y el desarrollo personal, al fin y al cabo, cuando emprendemos, debemos en algún momento (algunos antes, otros después); hacer un trabajo de introspección, de correr los ruidos y las distracciones, para que emerjan nuestros verdaderos deseos, talentos, en síntesis, nuestro propósito, que, queridos míos, este no aparece si no buceamos en lo más profundo de nuestro ser. Es todo un viaje. Hoy te contamos el viaje de Valentina.
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¿Qué es el propósito para vos, apareció fácil, te preocupaste por encontrarlo?
Pasé muchos momentos de angustia, sobre todo las mujeres, que somos cíclicas por naturaleza. En el mes era un mundo. Todos los meses pasaba por momentos de mucho entusiasmo, angustia, hasta que aprendés a conectar con eso. Primero darte cuenta de que no todas las emociones eran el fin del mundo, ni la angustia iba a ser eterna, ni el entusiasmo, ni la pasión. Aprendés a convertirte en observadora del proceso. Para mí, particularmente, la música es la base de mi vida, de eso no había duda. Siempre sentía que dentro de la música había un mundo enorme. Me costaba encontrar mi espacio. Por eso necesitaba tener otras herramientas a la vuelta, la búsqueda espiritual siempre me ayudó mucho. Estuve estudiando y formándome, leyendo, no sabía por dónde iba el camino pero sentía que tenía que hacerlo.
Este año hice un proceso súper profundo, necesitaba hacer algo que me ayudara a alinear mi propósito. Yo siempre supe que podía comunicar a través de la música, pero me costaba encontrar cómo. Tengo una mentora de emprendedores, que es una genia, que se llama Vicky Villamayor y tiene una empresa que se llama Juegos Multiversos, y me dijo: “Necesito que armes un juego para desarrollar la creatividad”. Pensé “¿por qué un juego, por qué no un desafío de 7 días?" Luego se convirtió en 21 y terminó en 40 días para conectar con tu energía creativa. Y ahí empecé a desarrollar Focus, y Focus me llevó a mí a encontrar mi propósito. Lo que yo quería transmitirle al otro de “tenés que encontrar tu propósito” y yo seguía dando vueltas, bueno, logré encontrarlo. Trabajé sobre la base de un concurso que se llama “El camino del artista”, con los mismos conceptos pero más completo. Una de las principales bases de Focus es trabajar con tu propósito y para trabajar con tu propósito te tenés que sentar a buscar adentro tuyo. Cosas que nadie tiene tiempo nunca. Si yo encontré mi propósito que soy una multitasking atroz, cualquiera lo puede encontrar.
Valen Moisés.
¿Trabajaste en relación de dependencia?
Trabajé desde los 18 en un estudio jurídico con mi papá. Estudié abogacía hasta que me di cuenta de que estudiaba por mis viejos, pero no porque me lo hayan impuesto, yo me lo imponía. Cuando les dije “me parece que voy a seguir con la música y haciendo producción de espectáculos” mi papá me dijo “¿qué hacías estudiando abogacía?”. Es que a mí me gusta estudiar, por eso estudio siempre. Fue difícil trabajar en relación de dependencia y más con mi papá. Pero son unos genios mis viejos, siempre me apoyaron a mí y a mis hermanos en todas las locuras, no en todo lo coherente (risas). Siempre fui creando cosas, sola. Si bien con muchas cosas que hice no podía bancar mi casa, sí proyectos, y generaba para aportar, pero no como único ingreso de la familia. Trabajando mucho, ahora espero que poniendo todos mis recursos en todos los aspectos y sintiendo que la misión está más clara, creo que es lo que faltaba para que el emprendimiento sea fructífero en todos los aspectos.
¿Cómo te llevás con el dinero?
Es como que tenemos el concepto de que la abundancia o el dinero no están bien vistos. El dinero es una energía y es abundancia. La abundancia es salud, bienestar, alegría, proactividad, entusiasmo. Hay que verlo como algo sano, como la contrapartida de todo lo que damos también. Porque si no la balanza se desequilibra, uno pone demasiado y hace falta esa retribución también económica, no solo la retribución de la aceptación o agradecimiento, sino la balanza se desequilibra y no funciona.
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Valen Moisés.
Me imagino que el apoyo de Fede (su pareja) es clave en los momentos más difíciles…
Es súper clave el equilibrio en la balanza, dentro del equipo. Tiene que haber un equilibrio de ida y vuelta, a veces uno siente que da mucho o da poco y las cargas se van desequilibrando y eso genera culpa, resentimiento, bronca. Lo económico forma parte de esa balanza, pero no es todo. Cada uno va aportando lo que puede desde donde puede. Lo fuimos armando y se fue generando, pero yo siento que los dos ponemos mucho para que esa balanza dentro de la pareja se mantenga bien. Nunca tuvimos pelea por lo económico, pasamos momentos buenos y no tan buenos, y los dos le pusimos mucha onda para poder mantener ese equilibrio, sin quererlo, se fue dando, y tratar de que al otro no le falte nada cuando de un lado ingresa menos o tenemos más gastos, ver la forma de generarlo, es trabajo en equipo. Obvio que tenemos nuestros días de “ni me mires, ni me digas nada” (risas), pero hacemos un buen equipo.
"El dinero es abundancia y hay que verlo como algo sano, como la contrapartida de todo lo que damos también. Porque si no la balanza se desequilibra”.
Valen Moisés.
La música, su gran verdad
¿Qué rol juega la música en tu vida, te gusta más escucharla o cantar?
A mí me gusta más cantar que escuchar y no puedo escuchar cualquier música. Tengo una selección muy específica de la música. Yo prefiero el silencio a música que no me haga sentir bien. Tiene una explicación científica. La música es vibración, y nosotros, en lo más chiquito, es vibración. La física cuántica descubrió que lo más chiquito adentro del átomo es la vibración. Compartimos la vibración con todo lo que nos rodea. La música tiene la capacidad de cambiar la estructura molecular en general, pero del agua en particular. La música modifica la estructura molecular del agua, y nosotros somos casi el 80 por ciento agua.
La música nos emociona, nos puede hacer llorar, nos invade…
Claro. Música también es cuando hablamos, lo que decimos, la vibración que generamos, por eso es tan importante estar atentos a las cosas que decimos, los pensamientos que se convierten en materia. Elegir lo que uno escucha es parte del crecimiento personal, parte de encontrar la armonía de cuerpo, mente y alma. A mí me costaba encontrarme dentro de la música. Me preguntaban “¿qué música hacés, qué estilo hacés”? ¡Hago música! Ya no existe un estilo neto. Yo encontré mi música con la que me siento absolutamente feliz y plena de la mano de Seba López, de Los Tekis. Para mí Jujuy fue un descubrimiento: me encontré con la pachamama, con las tradiciones ancestrales, con la cultura andina y con mi música. Estamos componiendo juntos con Seba y con José Rangeón de "Jujeños" también. Amo ese equipo.
Valen Moisés.
Qué bueno que encontraste un equipo. Viste que la vida del emprendedor es un poco solitaria. ¿Cómo te llevas con eso?
Yo soy solitaria, me cuesta, es algo que estoy desarrollando ahora, me cuesta mucho trabajar en equipo. Pero lo estoy trabajando, tiendo a hacer todo yo y eso quita calidad en el trabajo en donde realmente sos buena. Estoy aprendiendo.
Es agotador hacer todo. Hay que aprender a delegar.
Es que aprender a delegar es aprender a confiar en vos, no confiás en vos porque no sabes cómo pedir las cosas o cómo transmitir lo que querés lograr. El camino del emprendedor es un camino de mucho esfuerzo. Yo me levanto a las 6 de la mañana y me acuesto las 23.30 todos los días y no hay recetas mágicas. Antes te decían “si lo creés lo creás”, pero te va a costar muchísimo esfuerzo. Hay un autor que a mí me divierte mucho, Lain García Calvo, dice tantas cosas, tan reales. Él dice: “Sí, vas a poder lograr las cosas que queres, pero te va a costar mucho”. Sabelo. Hasta lograrlo vas a laburar 15 horas por día. Y trabajar en vos al 100 por ciento.
"Elegir lo que uno escucha es parte del crecimiento personal, parte de encontrar la armonía de cuerpo, mente y alma".
Valen Moisés.
Un año de aprendizaje y aceptación
¿Cómo fue este año tan especial de aislamiento, de encontrarte con vos misma?
La pandemia fue una gran lupa sobre las cosas buenas y las cosas malas. Las dos primeras semanas dije buenísimo, y después… (resopla). Yo tuve casi un mes de mucha angustia, de levantarme a la mañana y no saber para qué me levantaba, yo decía ¿para qué? Tenía los pensamientos desvalorizantes y pensé: “nadie de afuera me puede hacer más daño que el que yo me estoy haciendo a mí misma”, estoy desperdiciando mi vida, tenía tantas aptitudes artísticas y me desvalorizaba. Hasta que,dije, “si no es ahora, si no aprovecho esta oportunidad donde estoy quieta”…, bueno, y ahí empecé a trabajar en Focus. Al mismo tiempo con Seba y José dejamos de juntarnos a componer y empezamos a producir cada uno desde su lugar. Muy pronto sale una canción que se llama “Naturaleza”, y para mÍ va a ser un antes y un después con mi música porque, conectada con el propósito, ya sé lo que quiero contar.
¿Cómo recibiste los 40, que podríamos decir, son el mediodía de la vida?
Tuve algunas mujeres que me inspiraron, que cumplieron 40 antes que yo y me dijeron “Comienza la mejor etapa de tu vida”. Eso fue dos semanas antes, y dije “me quiero agarrar de eso”. Por otro lado con Fede tuvimos muchos años de buscar bebé, siete años, y cuando cumplí 40 dije “basta”: no busco más, porque le puse el cuerpo durante tantos años, y fue parte del proceso también, de búsqueda espiritual y desarrollo personal. Dije, “¿por qué forzar algo que si no tiene que venir, no tiene que venir?” Eso me quitó una mochila, me sacó el dolor, y estoy como super relajada. Si viene bien y sino viene está todo bien. Lo que no aceptas te condiciona, te duele, te tira para abajo. Parece una frase trillada, pero lo que sucede conviene. Mi primera maestra de yoga, Cecilia Sampayo, decía “lo que sucede conviene”, yo no lo entendía. Y ahora lo repito como un loro, por algo es. Internalizarlo en el día a día te relaja. No es verlo como una boluda alegre, pero te ayuda a no dramatizar.
Valen Moisés.
Y en esto de aprender y conocerte, los cambios llegaron también desde la alimentación consciente, ¿cómo fue el proceso?
Me diagnosticaron celiaquía cuando tenía 23 años, no paraba de bajar de peso, tener vómitos, diarrea, un año súper intenso emocionalmente, ¡justo dejaba abogacía! Fue muy movilizador. Cuando me diagnosticaron yo dije “¿esto es todo lo que tengo que hacer para estar bien, dejo de comer gluten y soy feliz?” Sí, pero de por vida. Al principio fue muy difícil porque yo no cocinaba, yo empecé a cocinar hace ocho años. La diferencia entre crear tu alimento y comprarlo hecho, es brutal. Así empecé a conectar con la alimentación y me comencé a dar cuenta de que lo que comía se reflejaba en mi cuerpo a los 15 minutos. Fue un proceso. Yo ya había empezado a quitar alimentos de origen animal en ese momento, y hoy mi alimentación es 100 por ciento de origen vegetal, y estoy más sana que nunca. No perdí masa muscular y estoy en mi peso normal. Me siento mejor que nunca: nunca más alergia, moco, bronquitis, era asmática y dejé los lácteos y se me fue todo eso. Por eso me animo a contar lo que a mí me hizo bien, no es que lo recomiendo yo, yo lo cuento. Y Martín Guzmán que es médico orthomolecular, me dio el último empujón para hacer ayunos intermitentes que son ayunos que hacés a la noche mientras dormís. Solo cenás más temprano y desayunás más tarde y ya tenés 12 horas de ayuno, eso ayuda a limpiar tu sangre, a limpiarte por dentro.
¡Cuánto has aprendido Valen, y siempre le pusiste el cuerpo!
Sí y muchas veces fue una búsqueda personal. Por ejemplo, cuando comencé terapia floral fue porque los médicos no me daban la respuesta que yo buscaba referidas a la fertilidad, en ese momento. Esto no puede ser blanco o negro, tiene que haber algo vinculado desde adentro. Creo en lo holístico, creo que somos un todo: cuerpo, mente y alma, y que si algo dentro de eso no está en coherencia, se desfasa todo.
"Lo que no aceptas te condiciona, te duele, te tira para abajo. Parece una frase trillada, pero lo que sucede conviene".
Charla con Valen.
Tres consejos de Valen a la hora de emprender
1- Conectá con tu misión y pensá de qué manera, con eso, vas a ayudar a la comunidad. 2- Buscá un coach, alguien que te vaya guiando. 3- Levantate y hacelo. Gente que la inspira
Sebastián López: Se reencontró con la música de la mano del músico de Los Tekis.
Lain García Calvo: Un autor exéntrico, que la divierte y que "dice mucha verdad".
Vicky Villamayor: Es su mentora, “una abridora de juegos”.
Cecilia Sampayo: Su primera instructora de Yoga. Le dijo: “lo que sucede, conviene”.
Martín Guzmán: Es el médico orthomolecular que la introdujo en el ayuno intermitente y en una alimentación más consciente.
por Raquel Abraham
Periodista y comunicadora. Amo contar historias propias y ajenas. foto Ollie Wright