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  • Foto del escritorLaura Altea

"Un laberinto sólo se encuentra en otro laberinto".



En una entrevista realizada a Pascal Bruckner, autor de “La euforia perpetua”, publicada en 2001 en Francia, escribe "Cuando la felicidad deja de ser un derecho”. Y dice: "Nunca antes la felicidad había sido un horizonte tan universal para todos los individuos. Por primera vez en la historia vivimos, probablemente, en una sociedad donde las personas son infelices de no ser felices"(Revista Virtualia).

Desde la sociedad se nos invita a una carrera alocada por alcanzar la felicidad, casi como un bien de consumo. Pero , ¿qué se pierde en medio del trayecto? El propio sujeto.

En intentos de amoldarse y cumplir con los mandatos de cómo y con qué obtenerla, aparecen como síntomas la angustia y el malestar. Estos interpelan a que las personas busquemos otros modos de sentirnos bien, que no implican la evasión de dificultades, sino formas de transitar las preguntas de qué desea cada cuál.


Reconocer que la felicidad es una utopía y que las ráfagas de viento del bienestar aparecen de manera episódica, y en general autogestiva, es un aprendizaje.

"Aprender a disfrutar, es un tipo de regulación, ningún placer es infinito...en cualquier situación placentera tenemos que soportar una decepción (por qué lo que nos gusta no ocurre como en nuestra fantasía) y nos descubrimos fuertes en esa experiencia". (Fragmentos de Luciano Lutereau)

El hallazgo consiste en construir y habitar espacios en los que podamos ser sin filtros, expresando nuestra vulnerabilidad y emociones, incluso las poco marquetineadas, integrando. Apartándonos del sometimiento de depender de lo externo, recuperando la soberanía sobre nuestro deseo y creatividad, en eso hay gozo.


Compartirnos desde lo que somos. Cuanto más compartimos lo que tenemos en nuestro mundo interno más descubrimos de nosotrxs mismxs, nuevas maneras y facetas de emociones y procesos que creíamos antes intransitables. Dejándonos ser, sin adoctrinar ni educar el sentir, sino usando esas emociones, como dice Cerati, como un puente a nuevas formas de vivirlas; danzando, practicando yoga, asistiendo a un grupo de xxx, cantando, contemplando la naturaleza, pintando, y todas aquellas actividades en que el sentir no solo no molesta sino que nos sirve, nos servimos de ese sentir para crear.

Disfrutando de encuentros con lugares y momentos que nos colman , para luego aprender de ellos y acudir a estos mediante la memoria como un remanso cuando el malestar inunde, reconociendo que gracias a éste nos movimos; bailamos, cantamos, escribimos y conectamos de mil formas con nosotros mismxs y con otrxs.


Transformar-se. Crear, hacer con eso que nos atraviesa profundo, algo nuevo, sin un objetivo impuesto desde el exterior, es aprender y es un regalo para uno y para el chip del inconsciente colectivo.

"Buscar la serenidad me parece una ambición más razonable que buscar la felicidad. Y quizá la serenidad sea una forma de felicidad" (Jorge Luis Borges). *(El título de la columna es una frase de un poema de Roberto Juarroz.)

 

Laura Altea

Psicóloga. Magister en Comunicación y Educación. Especialista en Evaluación y Diagnóstico.

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